Disgustos ante la corrupción
Abrió los ojos y todo seguía
igual, en su sitio, sin cambio alguno que llamara su atención.
Había dejado la ventana abierta
aprovechando la buena temperatura que hacía. El viento había dejado de soplar y
el ambiente era más que agradable.
Fuera, en la calle, no se oía ni un ruido. El de algún vehículo que
cruzaba, aunque a esas horas de la noche eran pocos. Sólo se veía la luz
encendida de los vecinos de enfrente, los del tercero. La madre parecía coser a
domicilio. Era habitual verla hasta altas horas de la madrugada cosiendo en la
habitación con ventana al balcón. Además, el tipo de luz la delataba; un flexo
enorme enfocando a un punto concreto, apuntando hacia la mesa donde la vecina
estaba sentada.
Más allá, ninguna otra luz. Tan
sólo los reflejos de algún televisor colándose por las ventanas con las
cortinas corridas. Silencio.
Tranquilidad. Descanso.
La semana había finalizado. Una
semana más sin novedades ni mejora alguna. Las noticias más destacadas de los
últimos siete días se habían seguido centrando en la corrupción, las altas
cifras del paro, la falta de medidas efectivas, destrucción de puestos de
trabajo. Noticias inquietantes de un
presente cuyo futuro se presenta bastante incierto. Inquietud ante la
incertidumbre.
Y cuando hablo de inquietud, me
refiero a la de los millones de ciudadanos y ciudadanas que lo están pasando
realmente mal, sin ninguna alternativa. Una mayoría frente a esa minoría ajena
a los problemas. Esa minoría inmune a la crisis porque siempre han vivido en su
propia realidad, creada para sacar el mayor beneficio con las menores
obligaciones y responsabilidades. Y algunos pertenecientes a esa minoría han
llegado a tener la desfachatez de pedir, en público, sacrificios a la socidad,
trabajar más y cobrar menos.
Algunos piensan que esa clase
minoritaria está poniendo a los ciudadanos a prueba. No olvidemos que, quien juega con fuego, acaba quemándose.
“Yo me empeñé en la lucha contra
la corrupción y me costó muchos disgustos”. Esto es lo que ha llegado a decir
Alfredo Pérez Rubalcaba durante la entrevista realizada en Los Desayunos de
tve. “Muchos disgustos”, dice. Palabras con las que Rubalcaba reconoce hasta
donde llega la corrupción. Algunos o muchos de nuestros representantes no
tienen suficiente con sus desmesuradas nóminas, dietas varias que no se
destinan a su fin, tarifas especiales en varios servicios… Quieren más, aunque
se tenga que caer en la ilegalidad, en la prevaricación, en el abuso de su
posición para obtener beneficios.
“Austeridad inteligente”,
abogaba Rubalcaba, “crear un margen de maniobra para estimular el crecimiento”.
Sí, señor Rubalcaba, de acuerdo, pero que esa austeridad sea universal y que se
rebaje el margen de maniobra del que disfrutan muchos de los que deberían dar
ejemplo al ocupar cargos públicos.
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