Eran las 11 de la noche. Una
noche oscura, cerrada, sin estrellas.
Los meteorólogos habían acertado
en sus previsiones y, tal y como se esperaba, las nubes cubrían la ciudad. Los
puntos de luz del alumbrado público marcaban el camino.
Tras recorrer unos metros calle
abajo, comenzó a notar que su corazón se aceleraba.
Se dio cuenta que estaba sola.
Nadie caminando en ninguna dirección. Una calle desierta en una noche oscura.
Idea que se esforzaba en quitar de su mente. Pero era imposible.
Siempre habia hecho el recorrido
en autobús. La parada estaba justo a la salida del trabajo, pero ese dia se le
hicieron las 11 de la noche.
-“No pasa nada, es tarde y es
normal que la gente esté ya en su casa”, se repetía una y otra vez.
De repente,
una sombra cruzó la calle frente a ella.
Una vecina con una bolsa de
basura que se dirigía hacia el contenedor. Fue muy rápido. Vio la sombra
regresar a la casa de donde habia salido tras depositar la bolsa en el
contenedor. No llegó a poder darla las buenas noches. Le hubiera gustado. Al
menos la hubiera tranquilizado.
Su corazón seguía acelerado y aún
quedaban unos metros antes de salir de la calle. Una calle desierta, oscura,
sin estrellas. Sólo las farolas que iluminaban en penumbra por el ahorro
energético.
Seguía calle abajo. A lo lejos ya
empezaban a verse las luces de la calle principal. Pero todavía le quedaban
unos metros antes de llegar a la luz del final de ese túnel, esa calle oscura.
Oyó un ruido fuerte y seco a su
derecha que rompió el ritmo de su acelerado paso al echarse hacia atrás del
susto.
-“Mira que eres tonta –pensó,
sólo es una persiana”.
Estaban siendo los metros más
largos de su vida. Más largos y más oscuros, sin estrellas. Al levantar la
cabeza del suelo, pudo ver otra sombra. Esta vez venía de frente, en dirección
contraria. La silueta le delataba. Era un hombre. Alto y con una especie de
gabardina. Seguía avanzando mientra ella hacía lo mismo, hasta llegar el
momento de cruzarse. El corazón latía todavía más rápido.
-“Buenas noches”, le dijo. Y
siguió su camino.
Un saludo que la tranquilizó.
Sonrió y también siguió su camino, hacia la luz de la calle principal, el final
del túnel. Quedaban pocos metros. Sacó
un cigarrillo del bolso. Pero no le dio tiempo a encenderlo. El mechero cayó al
suelo del golpe que recibió por la espalda. No llegó a caer al suelo pero la
agarraron por la cintura mientras le tapaban la boca.
Sintió que retrocedía, veía la
luz alejarse. La luz de la calle principal, la luz del final del túnel. Lloraba
mientras veía alejarse esa luz que tanto había deseado encontrar esa noche.