lunes, 14 de enero de 2013

Los escuadrones de la punta afilada

  Un batallón muy bien afilado recorría aquel largo corredor que parecía no tener fin. A su paso dejaba un manto rojo a punto de convertirse en fuego, aunque todo eran sensaciones. Agujas y más agujas. Todas en fila para que su paso fuera todavía más sentido, prolongando la agonía de aquél que sufría en sus propias carnes el desfile imparable de los “escuadrones de la punta afilada”. Sabían muy bien cuál era su obligación: atravesar aquel espacio sin detenerse ante nada y sin romper filas hasta llegar al exterior. Allí se perdería el sentido de todo, pero el batallón era infinito.

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