lunes, 14 de enero de 2013

Realidad o ficción


   Sabía que iba y venía pero desconocía el contenido del viaje. Él solo había decidido iniciarlo, sin la presión de nadie (así es como surgen los mejores momentos, estoy seguro). Azul, ocre, amarillo chillón y vainilla. Eran los colores de ese mundo en el cual acababa de entrar sin haber pedido permiso y sin planteárselo. El gris intentaba ganar terreno, cual gaviota que surca los mares para meter el pico en el agua, invadiendo otro mundo para conseguir una pieza con la que alimentarse.
   "¿El gris necesitaba alimentarse?"-reflexionó para sí mismo.
   No, pero amenazaba entrar en aquel mundo de color que, de momento, aportaba la tranquilidad necesaria para disfrutar de todo lo que le rodeaba.
   Pensó estar soñando, aunque la realidad era tan evidente que sabía perfectamente lo que estaba pasando. Ese control le gustaba, le hacía sentirse más seguro y le permitía fijarse en la columna, la chimenea, la lámpara, la escalera, el mirador… Un mirador que parecía estar siguiendo sus pasos. Era él quien miraba y no por donde miraban. Sus ojos estaban clavados fijamente en los suyos.
   "¿Tal vez le estaba desafiando?, pensó por un momento.
   Su expresión le decía lo contrario. Estaba observando cada uno de sus movimientos sin dejar de hacer su función: dejar pasar la luz del día que ya empezaba a apagarse lentamente, como si los ángeles fueran reduciendo, a través de un sistema automático, la presión de los rayos solares. Un cielo adaptado a las últimas tecnologías que contribuían a conservar el medio ambiente. Y es que el cielo también se ve afectado por las acciones del ser humano, hombres y mujeres, que envían hacia las alturas todos los restos de sus ataques contra la naturaleza.
   En fin, el mirador dejaba pasar la claridad que todavía había en el exterior sin perder detalle de lo que allí dentro ocurría.
   Seguía su viaje por aquel espacio, olvidándose de aquellos ojos que le seguían. Llegó ante él una especie de bollo relleno de chocolate líquido y sin pensarlo lo aceptó como caído del cielo. Disfrutó el momento y prosiguió su viaje con unos nuevos ojos que le observaban. Bueno, mejor dicho, unos ojos presentes en la sala pero fijados en otro punto de ese espacio mágico creado expresamente por él.
   No me va, no me va, no me va… escuchaba palabras que parecían no tener sentido, pero todo tenía su contexto que ordenaba cada uno de los elementos.
   Frío o calor. Calefacción o chimenea. Pasa alguien o no pasa nada. Un hombre y una mujer pasaban caminando unos metros más allá, y por eso ladraron los perros que avisaron del paso de esos individuos que, al ser festivo, habían decidido darse una vuelta.
   Él prosiguió su viaje y los ladridos se oían cada vez más lejos, aunque físicamente no sabía muy bien si estaban en el mismo punto o se íban quedando atrás.
   ¿Qué habrá ahí adelante?, se planteó mientras se dejaba llevar por… realmente no sabía que o quien era lo que le llevaba por ese camino que, en realidad, tampoco había existido nunca.
   Volvió a ver a aquellos ojos que antes estaban pero no miraban. Esta vez sí le miraron. Fue sólo durante unos segundos y casi como por casualidad. No había ninguna intención en la mirada de aquellos ojos que siguieron con su tarea.
   Era difícil creer que todo aquello no existía. Lo veía, lo tocaba, lo olía… era todo tan real que parecía que no lo fuera. Pensamientos que surgieron una vez finalizado el viaje porque, mientras éste duró, todo su cuerpo y sentimientos estaban ocupados en recibir toda aquella cantidad de información, desconocida hasta el momento, que le llegaba del exterior.
   El espacio mágico se parecía mucho a su casa, pero no estaba seguro. 

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